viernes, 30 de abril de 2010



Hace cosa de 10 años nos preguntábamos, ¿donde se quedaron aquellos maravillosos juegos?

Y con maravillosos me refiero a las aventuras gráficas. Exceptuando algún que otro titulo de calidad (que los hubo) parecía que la edad de oro de este género había quedado muy atrás. En esa niñez donde nos pasábamos horas pensando como avanzar en la historia, pasándolo en grande con las locuras de Maniac Mansion (y su secuela, The day of the tetacle) , metiéndonos en el fantástico mundo de Loom, y por supuesto con Monkey Island (clásico entre los clásicos)

Con las nuevas consolas , y sus posibilidades de juego, las aventuras gráficas parecían haber caído en el olvido.
Sin embargo estamos de enhorabuena. De hace unos años hacia acá han salido grandes sagas para pc (como Secret Files, Runaway, Syberia o Myst), o pequeñas joyas por su sencillez e inteligencia como Machinarium.




Sin embargo no solo por esto debemos estar contentos, sino porque se están sacando títulos espectaculares para consola.
Fahrenheit (que salio para pc) tenia su versión para Xbox y PS2. Adaptar el género de la aventura gráfica a las posibilidades de la consola no era tarea fácil.
Podríamos criticar este juego por muchos frentes (sobre todo la linealidad de la aventura y su poca duración), sin embargo hay que admirar la apuesta por la originalidad del titulo, tanto en la jugabilidad como la proyección (espectacularmente cinematográfica).
Pero todas esas fallas que podía tener Fahrenheit han sido superadas por un juego que nadie puede perderse, Heavy Rain.
Rejugabilidad total, gráficos espectaculares, una trama que te engancha desde el primer momento y la capacidad del jugador de tomar decisiones clave que cambian el curso de la historia.
El trabajo invertido en este titulo es sin duda de campeonato, y abre una gran veda para la resurreción (más que esperada) de las aventuras gráficas.





Al hilo de el anterior post opino que sin lugar a dudas este género de juego sería un elemento muy potente para el aprendizaje.
El uso de los videojuegos para la educación es un terreno poco explorado. Las aventuras gráficas tienen gran potencial en este aspecto ya que pueden ser cooperativas, hay que ser muy observador, resolutivo y sobre todo, echarles muchísimo ingenio.

lunes, 5 de abril de 2010

Podríamos criticar el estilo de los documentales de Moore argumentando que se basan en una cultura del espectáculo. Solo la primera parte del documental nos parece de locos a (casi) cualquier europeo. Sin embargo el director sabe donde se mueve, y son muchos los hilos que tiene que trenzar para poder generar un documental donde los espectadores salgan con un mensaje y sin haberse dormido. Esas dos horas de duración son ambivalentes. Son muy pocas para poder argumentar un tema tan complejo, y son suficientes para aburrir al espectador exponiendo datos gubernamentales y teorías psicosociológicas.
Hay por tanto que reconocerle a Moore dos cosas. En primer lugar que es capaz de ver desde una perspectiva critica algo que en su país está totalmente naturalizado (la posesión de un arma). Y en segundo lugar, que es capaz de manejar las limitaciones del medio (forma, tiempo, ritmo...)

Sin embargo, aunque muchos pueden haber sido sus esfuerzos, dudo enormemente que haya conseguido aquello que perseguía. Leon Festinger dijo que cuando la fuente de un nuevo mensaje comunicado es distinta a lo que sabemos puede producir disonancia cognitiva o incluso cambio en el pensamiento del informado. Pero si la fuente no tiene legitimidad puede incluso reforzar el conocimiento o pensamiento que ya se tenia sobre el tema.
Esta teoría (de la disonancia cognitiva) se basa en la idea del prestigio de la fuente, y ¿para quien o hasta que punto Michael Moore es una fuente legitima? En el documental se muestran muchos datos de los que no conocemos la procedencia, y por tanto Moore se convierte en la fuente primera. Cualquiera que no comulgue con las predicaciones del director no entrará en conflicto con lo que cree o piensa, directamente no considerará la fuente como legitima. Y cualquiera que vea el documental y esté de acuerdo con la argumentación de Moore, probablemente tendría ya una idea parecida sobre el tema, y por tanto no se genera conflicto.

El trabajo de mestizaje de Moore que dio por resultado ese espectáculo-documental-conductista puede que haya fallado al no tener en cuenta la importancia clave de la posición del que enuncia.
 
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